Un valle con encanto

La Orotava, Puerto de la Cruz, Rambla de Castro y Los Realejos, San Juan de la Rambla, La Guancha, El Drago Milenario, Icod de los Vinos y la Cueva del Viento.

“Me voy casi con lágrimas en los ojos. Quisiera venir a vivir aquí”. Éstas fueron las palabras que el famoso naturalista alemán Alexander Von Humboldt escribió, a finales del siglo XVIII, a su hermano tras recorrer Tenerife. Especialmente maravillado le dejó el Valle de la Orotava, a cuyo famoso mirador da hoy nombre, el mirador de Hum-boldt. La cara norte de la Isla es verde, frondosa y húmeda. Alberga pueblos muy distintos que no puedes dejar de visitar. Un museo al aire libre. Eso es La Orotava. Según los expertos, está en la lista de los pueblos más bonitos de España, y su casco antiguo fue declarado monumento de interés histórico artístico nacional. Todo un placer para los sentidos.

Sus calles son empinadas y combinan la estrechez y el empedrado con vías anchas y modernas. Camina con calma por ellas: cada rincón esconde una estampa digna de ser fotografiada. No dejes de visitar las iglesias de San Agustín y de la Concepción, esta última, declarada monumento histórico nacional, el Ayuntamiento o la Casa de los Balcones, una espléndida mansión del siglo XVII. Toda la cara norte de la Isla está llena de restaurantes y tascas en los que se ofrece lo mejor de la cocina canaria. Puedes elegir cualquiera de ellos para parar a comer.

La Orotava celebra con especial intensidad el Corpus Cristi durante el mes de junio. Por las calles más céntricas se extienden decenas de alfombras hechas a mano con arena traída del Teide. La más grande cubre toda la plaza del Ayuntamiento, y se tarda casi un mes en su confección. Repartidas por todas sus calles hay tiendas de artesanía y regalos típicos de la Isla. La mantelería y el calado son uno de los más buscados.

Puerto de la Cruz
Si La Orotava es tradición, Puerto de la Cruz es ocio. Este pequeño pueblo de pescadores recibió a finales del siglo XIX a los primeros viajeros, que venían atraídos por un clima primaveral. Con los años se ha convertido en la ciudad más turística del norte de Tenerife. A cualquier hora, sus calles están siempre llenas de gente. Turistas que se quedan enganchados a ella y residentes enamorados de esta zona de la Isla.

Puerto de la Cruz está lleno de hoteles de todas las categorías, de tiendas, de terrazas, de vida y también de relax. Lo comprobarás si te sientas en uno de los bancos de la Plaza del Charco. Si te descuidas puede que pasen horas. Pero lo mejor es pasearlo. Da gusto caminar por la avenida que la recorre bordeando el mar desde Playa Jardín hasta Punta Brava.

De arena negra. Así son las playas del Puerto, de arena volcánica, como se las encontraron los guanches y como permanecen hoy, casi intactas. Su exotismo cautiva a todo aquél que transita por ellas. Tienen algo mágico, así que cuidado, porque puedes quedar atrapado.

No debes perderte el poder disfrutar de un baño en Playa Jardín. Es una de las playas de las que más presumen los portuenses.

Si te ha parecido poco, aún hay más. ¿Imaginas ver un pingüino a tan sólo unos metros? En el Puerto es posible si visitas el Loro Parque, uno de los parques temáticos más espectaculares del mundo y en el que conviven especies de todo el planeta en plena armonía. El show de las orcas y delfines es divertidísimo, y su colección de loros y papagayos es la mayor del mundo.

Desde hace varios años y coincidiendo con el 80 aniversario de su estancia en la Isla, en el Puerto de la Cruz, se celebra un festival de cine temático en honor a la escritora británica Agatha Christie. En 1927 decidió viajar con su hija pequeña a Tenerife para sobreponerse de una fuerte crisis emocional, y en la Isla logró recuperarse y continuar con su literatura.

Rambla de Castro
La brisa se ha hecho amiga de este pueblo. Es el Olimpo del parapente y la cuna del surf en el norte de la Isla. Y lo mejor: se pueden practicar todo el año.A medida que te adentras en el municipio el verde se intensifica, y un ejemplo de ello es el paraje natural de la Rambla de Castro, que conserva uno de los palmerales más extensos de la Isla. Más de la mitad de este municipio es espacio protegido, un decorado perfecto que rebosa salud por los cuatro costados. El Senderos del Agua recorre toda la Rambla de Castro, y los paisajes que se ven durante el camino son únicos.

Este mágico entorno está situado en el municipio de Los Realejos. Cuenta con cinco espacios naturales protegidos, cada uno más espectacular que el anterior por sus paisajes y vegetación. En la costa, la Playa del Socorro ofrece momentos de relax marino, y es merca para quienes disfrutan con el surf, y practicar buceo en sus fondos es una maravilla. Los amantes del parapente cuentan también con uno de los mejores lugares en este municipio para practicar su deporte favorito. No te pierdas tampoco su historia y tradiciones, que te enamorarán.

En la zona del Realejo Alto está la iglesia de Santiago Apóstol, que fue el primer templo cristiano erigido en Tenerife, y en el Realejo Bajo, la Hacienda de los Príncipes (S.XV) que contó con el primer ingenio azucarero de Tenerife. Un tríptico perteneciente a la escuela flamenca de principios del siglo XVI enriquece su patrimonio desde poco después de su construcción.

El Drago Milenario
El norte de Tenerife es rico en paisajes y contrastes. Una vez que la moderna autopista que lo recorre abandona el Valle de la Orotava, los municipios de San Juan de la Rambla, La Guancha e Icod de los Vinos ofrecen sugerentes parajes forjados por su tradición agrícola y pesquera y la propia y agradecida naturaleza.

Y también núcleos poblaciones de valioso carácter histórico. Para visitarlos es necesario tomar la carretera TF-351, que llega hasta la Villa de San Juan de la Rambla y después hasta La Guancha, donde el barrio de Santa Catalina conserva muestras de la arquitectura popular de las Islas.

Con el permiso del resto, Icod de los Vinos define, casi al cien por cien, la arquitectura canaria con casas bajas, con balcones y techos de madera y callejuelas empedradas.

Justo en el centro duerme el Drago Milenario, unos de los ejemplares más antiguos del mundo que se conocen de este llamativo árbol. Te faltarán brazos para rodearlo: se sostiene sobre una base de 20 metros de perímetro y alcanza los 16 metros de altura. Dicen quienes lo visitan que despierta ternura.

La Cueva del Viento
La Cueva del Viento, en Icod de los Vinos, es el mayor tubo volcánico de Europa. Mide 17 kilómetros de longitud en sus varias alturas, y una visita a su interior te permite entender mejor cómo la naturaleza puede crear cosas alucinantes. La excursión es todo un descubrimiento, especialmente por el silencio y oscuridad que reina en sus intrigantes profundidades.