Erupciones históricas

La realidad de Tenerife como isla volcánica ha quedado patente a lo largo de su historia con numerosas erupciones, algunas de ellas ocurridas tras la conquista y de las que se tiene, por tanto, conocimiento histórico. En los años 1704 y 1705 ocurrió una erupción de tipo fisural, a través de tres centros de emisión diferenciados: Fasnia, Siete Fuentes y Volcán de las Arenas. Poco después, en 1706, comenzó la erupción de Montaña Negra, en Garachico, que duró nueve días y la única de las que se tiene conocimiento que produjo daños considerables. Gran parte de la historia de Garachico está influenciada por este suceso.

La erupción del Pico Viejo o Chahorra se produjo en los límites del Parque Nacional del Teide. Tuvo lugar desde el 9 de junio de 1798 hasta el 8 de septiembre de ese mismo año, lo que la convierte en la erupción más larga de las que se tiene conocimiento histórico. La última erupción ocurrida en Tenerife fue el 18 de noviembre de 1909 en el volcán Chinyero, que pasó de tener nueve bocas a tres.

Las erupciones de Arafo, Siete Fuentes y Fasnia quedan patentes en el paisaje noreste de Las Cañadas, y dan comienzo a una ruta fascinante en la que conocer la historia geológica de Tenerife descubriendo en primera persona los depósitos de las erupciones y las coladas volcánicas, en senderos bordeados por fonolitas, pómez y obsidianas y con la constante presencia del majestuoso Teide y la Montaña Blanca.

El Teide, más allá de ser el protagonista indiscutible de la silueta de Tenerife, es un volcán geológicamente joven con aproximadamente 200.000 años de edad. Aunque medido sobre el nivel del mar cuenta con 3.718 metros de altura, si se mide desde su base en el lecho oceánico, es el tercer volcán más alto del mundo, superado sólo por los hawaiianos Mauna Kea y Mauna Loa. Se trata de un edificio volcánico de tipo estratovolcán y se encuentra asentado sobre una antigua y gigantesca depresión calderiforme configurada por dos semicalderas, separadas entre sí por los Roques de García. El Teide culmina en el Pilón de Azúcar, que presenta aún actividad residual en forma de fumarolas y solfataras a 86º C (temperatura de ebullición del agua a esa altitud).