TDT habla con José B. Díaz, director de la empresa de excursiones marítimas White Tenerife

A primera hora de la mañana Puerto Colón es ya un ajetreo de idas y venidas entre pantalanes, barcos y yates; de filas de motos acuáticas transportadas por una sola persona; de limpieza y puesta a punto de aparejos; de turistas que comienzan a hacer colas en las distintas pasarelas donde se encuentran las embarcaciones que les llevarán de paseo a lo largo de la costa y, lo que es más importante, a la gran atracción de las aguas del sur de Tenerife, el summum del espectáculo natural de la Isla: los cetáceos, los delfines y la exuberante vida marina de nuestras aguas azules.

Entre esas firmas está White Tenerife (WT), una empresa de excursiones marinas relativamente joven, pues se asienta hace solo cinco años en Puerto Colón, su base de operaciones, aunque sus raíces vinculadas al mar sí son más antiguas y emergen de la escuela náutica Charter, vela y motor, una de las más potentes de Canarias. Su director, José B. Díaz, quien nos recibe cordialmente en su despacho, apostó hace un lustro por un nombre que responde al deseo de vincular la Isla con “algo puro, algo limpio”, como él mismo dice. “Nuestra idea era venir aquí con uno o dos barquitos y poder hacer un trabajo digno con la experiencia de los años que llevábamos con los alumnos y navegando en nuestras aguas”, añade.

No obstante, el máximo responsable de WT denuncia el vacío regulatorio de la actividad: “Nuestra sorpresa es que, al poco tiempo de empezar, nos dimos cuenta de que esto estaba minado de gente de fuera, que los canarios muchas veces no estamos bien vistos y que hay mucha competencia desleal”; una denuncia que a renglón seguido pasa a ser toda una evocación: “Desde que yo tengo uso de razón, desde muy jovencito, que salía en barco con mis padres o amigos a La Gomera, siempre nos tropezábamos con calderones, aunque antes no estaban asociados a ningún fin lucrativo y ahora se han convertido en un negocio”.

WT ofrece avistamiento de cetáceos, pero también excursiones marítimas o traslados a cualquier isla, entre otras prestaciones, para lo cual cuenta con tres veleros de 16 metros, un catamarán de 20 metros, una lancha rápida de 6 metros y una motora; una flotilla y servicios que gestiona un personal conformado por una docena de empleados en temporada alta. “Creo que somos los más fuertes de Puerto de Colón en cuanto al número de barcos, algo que hemos conseguido a base de sacrificio” afirma, José B. Díaz, que explica que el producto ofrecido “es variado pero con un mismo objetivo prioritario, la satisfacción del cliente”, porque estima que el turista que viene “busca, después de un año de trabajo en su país, disfrutar tres o cinco horas de diversión o felicidad, que procuramos satisfacer de una manera sostenible”, precisa.

Eso sí, José B. Díaz piensa que hay un cambio de perfil del turista que nos visita, que “ha pasado de ser alguien que no valoraba la sostenibilidad a alguien que aprecia mucho el ecologismo, que navega de una forma sostenible, que quiere que despliegues la vela, que los motores no hagan mucho ruido o no emitan muchas emisiones y que utilices material de reciclaje en los barcos”.

Asimismo, el director de WT cree que hay clientes que ya vienen predispuestos a ver los cetáceos entre otras cosas porque hay más publicidad a nivel de turoperación y comienza a ser un producto importante, “con mucha personalidad y va a más”, dice. Ahora bien, puntualiza, en cuanto a las vías de contratación del servicio, que “la gente compra cada vez más de forma directa sin pasar por los turoperadores, y eso te permite captar mejor lo que el cliente busca por sus preguntas y te da la oportunidad de sumarlo a la actividad”. Añade que tanto los cetáceos como su hábitat constituyen un recurso “casi único en el mundo” y que “debe ser muy gratificante para el cliente estar con ellos a diez minutos del puerto, volver a la playa con sol para bañarte y mirar hacia arriba y ver el Teide nevado”.

Según José B. Díaz, suelen contabilizarse habitualmente entre unos 20 o 30 barcos rondando los calderones en horas puntas, algo que para él es mucho. “Si todos fuéramos a ver el animal cinco o diez minutos y siguiéramos con nuestra actividad, que puede ser el baño o un paseo por la costa tan preciosa que tenemos, no les molestaríamos tanto y la excursión la haríamos más amena y diversa”, explica, si bien dice discrepar de lo que afirman los biólogos sobre la estabilidad de las manadas marinas porque cree que cada vez hay más ejemplares, entre otras cosas, “porque su principal fuente de alimentación, el calamar, vive en estas aguas tan profundas y cercanas a la costa”.

En cualquier caso, el director de WT insiste con firmeza que no está “para nada” satisfecho con los controles que se están haciendo y cree “que deberían ser muchos más exhaustivos, porque hay gente que le importa bastante poco los animales ni lo que le suceda a Tenerife de aquí a unos años”.

A continuación decidimos formular una pequeña entrevista directa para clarificar, cuando no reafirmar, aspectos que -nos parecía- no quedaban suficientemente claros sobre la mesa:

 

Pregunta: ¿Qué demanda usted?

Respuesta: “Control, más reconocimiento a nuestro sector y apoyo por parte de los políticos, sobre todo, aunque suene a nacionalismo, a los canarios”.

P.¿Estamos lejos de eso?

R. “Creo que del apoyo a los canarios, sí, muchísimo. No he visto plantear muchos alicientes por parte de los políticos canarios hacia los canarios en este campo, porque creo que se trata de un nicho de mercado que puede dar trabajo a mucha gente de aquí que está en el paro”.

P. ¿Se sientes usted como un extranjero en su tierra?

R. “Me siento totalmente extranjero en mi propia isla”.

Y dejamos a Jose B. Díaz, director y propietario de White Tenerife, con paso apresurado de camino a uno de los barcos para ponerse al mando en las tareas de abordo y zarpar de nuevo, como cada día, como cualquier otra radiante mañana, para saludar a estos fantásticos y mansos animales que tanto le gustan, a él, a los turistas, a los canarios y a los tinerfeños, como un tesoro insólito, vivo y cristalino de nuestras aguas oceánicas.

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