Felipe Monje, director y enólogo de Bodegas Monje, mezcla tradición e innovación en la actividad vitivinícola mantenida generación tras generación por su familia en El Sauzal desde 1750

El mediodía resplandece en los altos de El Sauzal bajo un cielo azul intenso y sobre el verde de los campos y viñedos que flanquean la angosta carretera que conduce hasta la construcción más importante y mejor conservada de la zona, Bodegas Monje, cuyo máximo responsable, Felipe Monje, gestiona desde hace años mezclando dos principios irrenunciables, la tradición y la innovación, a los que añade como tercer axioma la fidelidad a los productos de la tierra.

La relación del apellido Monje con los toneles data del año 1750, cuando el tatarabuelo de la actual saga familiar inicia la actividad vitivinícola que a partir de aquel momento asumen las sucesivas generaciones hasta llegar a 1956, cuando se funda formalmente la Bodega por parte del padre del actual director, quien nos recibe en el complejo rústico rodeado de 17 hectáreas de terreno que se extienden en torno a la añeja bodega original, la joya de la corona, oscura, de piedra y con barriles antiguos apilados a ambos lados del pasillo central, a la vieja usanza. De esa célula parte el resto del organismo en el que los Monje han convertido la hacienda inicial: “Mi padre nos obligaba de niños a venir para que viésemos cómo era todo esto, dando por hecho que los cinco hermanos seguiríamos con la tradición”, dice el enólogo, y explica que partir de 1983, con 21 años, comenzó a descubrir todas las posibilidades que posee el vino para la innovación.

Además se muestra, todavía hoy, satisfecho con la aparición de los consejos reguladores y, sobre todo, con la constitución de la Denominación de Origen (D.O.) Tacoronte Acentejo, en 1986, a raíz de las charlas que se celebraban por entonces en La Alhóndiga, y recuerda como anécdota que, al terminar la primera reunión, a la salida del histórico edificio, quisieron recoger firmas para solicitar al Gobierno de Canarias la D.O. y solo lograron plasmar cuatro.

Los niveles del sector isleño

“El sector vitivinícola de la Isla esta estructurado en varios niveles, el más alto con las bodegas comarcales y una producción de entre 500 mil y un millón de litros, tras el que vienen las que elaboran, como la nuestra, entre 100 y 200 mil litros, unas ocho en total en Tenerife, y por último las de 100 mil litros para abajo, en torno a un centenar”, señala Felipe Monje, que admite que no ha sido nada fácil llevar a cabo el proceso de modernización de su empresa viticultora, que utiliza en sus elaboraciones uvas listán negro, listán blanco, negramol, tintilla, vijariego negro, bastardo y moscatel, para producir 14 variedades diferentes, tres blancos, un rosado, tres tintos jóvenes, cinco de barrica y dos tradicionales; con una capacidad de producción total de unos 120 mil litros al año.

“Nos costó mucho entrar en el mercado de la restauración porque había hasta quien decía que si filtrábamos el vino ya no sabía a canario, pero insistimos y pasamos del granel al embotellado y de estar en un mercado muy localizado en zonas rurales al consumo en restaurantes de mesa y mantel”, cuenta el bodeguero, que insiste en que “se cuestionaba todo, aparte de que eran pocos los restauradores que apostaban por esta historia, pero muy poco a poco fuimos convenciendo al público de que había una alternativa al vino peninsular, que ya estaba identificada y que sí, que efectivamente sabía a canario; y no hemos parado desde entonces porque llevamos tres décadas modernizando”.

En cuanto a la incorporación de la enología y la gastronomía al escaparate internacional del sector turístico de Tenerife, Felipe Monje da la bienvenida a esa transformación con rotundidad “porque ya se ha conseguido que sean los propios turistas los que demanden el consumo de productos locales”, pero apostilla que lo que falta es “convencer a los establecimientos para que los ofrezcan en sus cartas y lo vean como un plus de calidad en sus negocios”.

Rutas del Vino

De las Rutas del Vino puestas en marcha por Turismo de Tenerife, un proceso que está en plena fase de lanzamiento, el director aclara que Bodegas Monje forma parte de la iniciativa y que ya se han visitado bodegas y creado los itinerarios y el producto, e insiste en que, en todo caso, “se echa de menos la falta de voluntad por parte de los propios bodegueros para establecer un horario y un argumento propio, además de nuevos servicios para sustentar la iniciativa con solvencia, como saber hablar en público o atender a los clientes con el producto enoturístico ya creado”.

Asimismo, subraya que de lo que se trata es que el visitante se sienta atraído para comprar “un plátano, una botella de vino, una papa o un cacho de queso de aquí” y cree que es cuestión de tiempo que las cosas vayan cambiando hacia mejor, entre otras cosas, gracias a las campañas de Turismo de Tenerife e internet.

“Es lógico y de sentido común que si viajamos, por ejemplo, a
Tokio no se nos ocurra pedir una paella en un restaurante, ¿no?”, dice con humor, para añadir que todas las semanas reciben a alguien que expresa su desconcierto porque le cuesta encontrar un vino local en las cartas de los restaurantes de las zonas turísticas o incluso en muchas de las tascas de La Laguna, Patrimonio de la Humanidad. No obstante, admite Monje, ya hay una presencia importante de vino de Tenerife en el mercado de la Isla aunque “el sector no es fácil y prueba de ello es que no ha crecido en 25 años y se siguen abandonando viñedos posiblemente porque la actividad no genera una rentabilidad boyante”.

Reportaje de National Geographic

Recientemente Bodegas Monje fue incluida en un reportaje de la prestigiosa editorial estadounidense National Geographic como una de las referencias entre las diez firmas vinícolas en territorios volcánicos más conocidas a nivel mundial. “Ha estado muy bien -afirma- y lo estamos notando porque nos visitan cada vez más viajeros procedentes de Estados Unidos, generalmente empresarios de camino a Europa, que vienen a Tenerife explícitamente a probar nuestros vinos porque consideran que deben ser muy exóticos; y puede que lo hagan porque leyeron el artículo de la revista o simplemente porque se han informado en internet”, precisa.

En Bodegas Monje el cliente puede catar desde un vino de 2,50 euros la copa a otro de 74 euros, este último de la cosecha del 93, maridados con productos locales, y también aquellos que componen la colección de autor, cinco en total, bautizados con los nombres de los artistas canarios Martín Chirino, Pedro González, César Manrique, Alfredo Kraus y Óscar Domínguez; aunque la vocación por la cultura no se detiene ahí, porque las instalaciones disponen de espacios dedicados a exposiciones, actuaciones, proyecciones o conciertos; a lo que se suma el Club del Vino para celebrar reuniones de trabajo, actos de empresa o encuentros sociales, y otras actividades, como las denominadas Wine & Sex, Hollera run night (carrera entre viñedos), Vinotinte o talleres artísticos con tinturas surgidas del mosto.

Gastronomía

El restaurante permanece abierto todos días, excepto los lunes, de diez de la mañana a seis de la tarde, jornadas que se prolongan durante el verano hasta las nueve de la noche para disfrutar de los atardeceres que las magníficas vistas de la terraza hacia El Teide, el océano y las puestas de sol se encargan de rematar con música en vivo.

En el campo de la gastronomía también Bodegas Monje mantiene las tradiciones e innova al mismo tiempo con su invención argumental de Las cosas del Pater, de donde surgen productos nuevos, como sales de vino o vinagre, confituras y mieles, pero también bombones de vinagre que realiza la empresa en alianza con la conocida dulcería norteña El Aderno.

Como datos complementarios cabe destacar que la empresa exporta un 20 por ciento de su producción a Estados Unidos y un 10 por ciento a Europa, incluida la Península y Baleares, o que recientemente se ha constituido como intermediaria turística bajo la denominación Monje Wine & Tours para organizar rutas para grupos reducidos en itinerarios en los que siempre están presentes todas las vertientes del sector primario autóctono, con visitas a fincas y a labores de la tierra como la apicultura, cabañas caprinas o entornos pesqueros, combinado con catas bajo las estrellas, en catamarán, en helicóptero o bajo el mar, en la Bodega Submarina de Canarias de El Porís.

En última instancia y como Felipe Monje dice: “El vino es capaz de relacionarse con cualquier disciplina y encima es una bebida de placer”.

Leave a Reply

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.