Entrevistamos al joven cabrero de Los Carrizales que se convirtió en la estrella del programa ‘Volando voy’ grabado en Tenerife


Para alcanzar la casa de Omar hay que llegar primero al final del mundo, y luego, seguir un poco más adelante a la derecha. Los Carrizales (Buenavista del Norte) es uno de esos sitios a los que solo vas, o si te has perdido, o si tu intención es encontrar justamente a Omar. ¿Y quién iba a pensar que en ese lugar recóndito y apartado de Tenerife, agazapado entre montañas y barrancos de vértigo, vivía alguien que encarnara tan bien los valores de la buena gente de la isla?

Nadie conocía a Omar, 22 años, hasta hace una semana. Pero fue salir en la tele el domingo pasado en el programa de Jesús Calleja Volando voy (cadena Cuatro) dedicado a Tenerife, y convertirse en toda una estrella mediática. Su inocencia, y sobre todo su valentía al atreverse a hacer submarinismo cuando tenía pánico al agua, hizo que los espectadores se sintieran inmediatamente identificados con él.

Lo hemos ido a buscar. Omar nos recibe en el comedor de la casa en la que vive junto a sus tíos en el caserío de Los Carrizales. La alacena y las sillas antiguas, la mesa con el mantel de plástico estampado, el frutero… es como haber vuelto atrás 50 años en el tiempo, como regresar a casa de nuestros abuelos.

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Omar posa junto a sus cabras.

¿Por qué tenías tanto miedo al agua?

Siendo niño fui una vez con mi abuelo a pescar al mar y casi me ahogo. Desde entonces le cogí miedo al agua. Cuando Calleja me planteó hacer buceo le dije que no, pero al final, aunque estaba muy nervioso, lo hice y me encantó.

En el programa también te subes a un helicóptero, ¿habías volado antes?

No, tampoco. Cuando el aparato se empezó a levantar del suelo le tuve un poco de respeto, aunque ya arriba, a pesar de que la impresión fue grande, disfruté mucho. Ver mi casa desde el aire, los campos cultivados. Fue muy bonito.

¿Cómo es tu día a día?

Me levanto muy temprano, ordeño las cabras [tiene 15 cabras y 15 baifos] y luego les abro la puerta del establo para que se vayan a pastar. Tras pasar la noche fuera, al día siguiente ellas solas regresan a casa temprano. Vivo de los quesos que hago con la leche de las cabras y de pequeños cultivos de papas, ñames y cebollas, prácticamente todo para autoconsumo. Lo único que al final del año doy uno o dos quesos y algún baifo a los propietarios de los terrenos en los que las cabras pastan, es como un trueque.

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Las cebollas que cultiva Omar.

¿Qué es lo mejor y lo peor de vivir aquí?

Lo mejor es que la vida aquí es muy tranquila, sin ruidos ni vecinos que te molesten. Lo peor es la lejanía de todo. Por ejemplo, para llegar a Buenavista, adonde voy dos veces por semana a hacer la compra, tardo unos 30 minutos. ¡Pero es mucho mejor que en la época de antes, cuando había que recorrer el camino a pie!

En ese momento aparece su tía, Doña María “la de la piedra burra” como la conocen —apunta Omar—. Se sienta junto a él con su sombrero de paja y se dejan tomar juntos una foto. Continuamos la entrevista.

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Omar y su tía en la cocina de la casa.

¿Eres consciente de que encarnas los valores de la buena gente de Tenerife?

Creo que sí, que podría ser buena gente. Para mí ser buena gente es ser amable y humilde, y ser agradecido con todo el mundo. Eso sí, si hoy hablas conmigo y mañana me ves y no me saludas, eso es que no vales la pena; en ese caso para mí no vales nada.

¿Qué quieres hacer en el futuro?

Quiero dedicarme a las cabras, son mi vida. Yo nací entre cabras. De pequeño, mis abuelos nos metían a mi hermana y a mí en unas cajitas para los baifos para que, al acompañarlos a ordeñar a las cabras, no les molestáramos. Y desde los 16 años me ocupo de ellas. En el futuro tengo el deseo de crear una granja con cabras de Tenerife. Tener unas 120 o así.

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Omar señala las montañas y terrenos en los que pastan sus cabras.

¿Cómo llevas la fama?, ¿firmarás muchos autógrafos?

Por ahora lo llevo bien. Desde que se emitió el programa la gente que me tropiezo dice: “¡Pero si ese es Omar!”. Te haces conocido. Aunque no he firmado aún ningún autógrafo, si hay que firmarlo se firma (ríe).

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