El viaje de la ONG U-Turn contado por una testigo directo
Todo comenzó en Junio 2013 cuando un chico belga se acercó a la oficina de Turismo de Tenerife para pedirnos ayuda con unos permisos de acampada, de subida al pico del Teide y algunas otras recomendaciones para un grupo que iba a traer de Bélgica.
Hasta allí todo era de lo más normal y cotidiano, pero cuando me explicó de qué clase de grupo se trataba no le podía creer. Me parecía algo imposible (palabra que ya no existe en mi vocabulario). Incluso pensé que ese tío se había fumado algo (de hecho se lo pregunté); pero no, iba completamente en serio… Y de repente me vi envuelta en la preparación de un viaje de aventura extrema para personas con movilidad reducida junto con la ONG belga Project U-Turn de Glenn Crynen. El grupo estaba compuesto por personas con paraplejia y esclerosis, sordos, ciegos, con atrofia muscular, y chicos jóvenes que habían sufrido accidentes de coche y habían estado en coma (y que ahora solo pueden caminar con la ayuda de otra persona).
Preparamos la gran aventura que yo seguía pensando que iba a ser complicada de realizar, pero tras mi experiencia con ellos, me he convencido de que no hay nada que no se pueda hacer.
Siete días de caminata por Tenerife de costa a costa desde la Playa del Porís de Abona hasta la playa de Garachico, subiendo por Arico al Contador, cruzando el arranco del rio, pasando por Madre del Agua a Vilaflor, subida al pico del Teide (sí, al mismo pico), bajar desde el Chinyero hasta Garachico 16 km en constante bajada… Increíble.
Bueno, esto fue en verano, pero volvieron en enero a la Isla, y por supuesto en esta ocasión fui la primera en acompañarles otra vez. Aproveché la ocasión para llevarme a mis hijos porque era consciente de que semejante lección de solidaridad y compañerismo no la iban a aprender en ninguna clase de español o matemáticas.
Así que volvimos a recorrer la isla con ellos durante siete días, y en esta ocasión ya estaba más que segura que si era posible. Y lo volvimos a lograr.
Este grupo de personas realmente sufre en algunos tramos y lo pasan verdaderamente mal, y sin embargo nunca pierden la sonrisa ni paran de hacer bromas y están siempre de buen humor. No sé como explicarlo con palabras. Solo con acompañar a estas personas un día uno se da cuenta de lo afortunado que somos las personas que no sufrimos de movilidad reducida, y vemos y oímos. Y si somos sinceros ¡que pocos problemas tenemos! y que nos quejamos por gusto muchas veces. Y ojo me incluyo…. Bueno ya no tanto, yo ya aprendí mi lección.
Otro ejemplo: mi “chica duracell”. Fue en el viaje de verano. Amelli padece atrofia muscular, por lo que no puede caminar sola y debe apoyarse en dos personas. La acompañé durante la subida de Arico a la zona recreativa del Contador, 8 kilómetros en constante subida. Hacía un sol y un calor sofocante y yo estaba a punto de abandonar, pero claro, ¿quién se atrevía a decir nada al lado de estas personas que no abandonan jamás? Y llegó el primer pino con un poquito de sombra del recorrido, y le dije que si hacíamos una pausa. Ella solo me miró sonriendo, y dijo: ¡no!, ¡sigamos! De modo que continuamos, y así sucedió varias veces. Por eso la llamamos cariñosamente “chica duracell”.
Sven, ciego y fundador de esta ONG (en la foto de debajo con la chaqueta azul). Él dice que no ve, pero yo no le creo. Le he visto correr montaña abajo, escalar barrancos sin arnés, montar tiendas de campaña sin ayuda, coger mochilas en el aire para cargar la furgoneta y sin tocar a la persona al lado suyo o ni siquiera oírla hablar; siempre sabe quién está allí. Es una gran persona y está siempre de buen humor, el primero gastando bromas a todo el mundo.
Anita es otra mujer increíble. Es parapléjica, deportista nata, y sobre todo con una mentalidad luchadora que da miedo. La conocí en verano subiendo al Contador. Uno de los chicos de las sillas de ruedas no podía más y fuimos a ayudarle a subir la cuesta. Entonces llegó ella, la Sargento O¨Neill, y nos preguntó que qué íbamos a hacer. Le dijimos que a ayudarle a empujar y nos contestó: “¿Por qué? ¿Acaso creen que este tío es discapacitado? ¿No ven que tiene dos brazos fuertes y sanos? ¡Que empuje, que él puede! “Ups”, pensé, y di un paso atrás. Ella se puso a su lado y le exigió que siguiera adelante. El chico continuó hasta el último tramo. Anita cogió su propia silla y la colocó detrás de la del chico, y le ayudó ella misma a subir la parte final. Arriba, a él se le saltaban las lágrimas de alegría de haberlo conseguido solo sin ayuda de nadie.
Sé que es complicado entender esto sin vivirlo, pero uno no se hace a la idea de lo capaces que son estas personas y de lo mucho que los encerramos en burbujas y los sobreprotegemos. Pueden valerse muy bien por sí mismos.
Otra persona que quisiera mencionar es Maarten. Un chico de 27 años que ha tenido un accidente de coche y estuvo algún tiempo en coma. Cuando despertó, los médicos le dijeron que no iba volver a caminar. ¡Craso error! Creo que a este médico lo deberíamos invitar la próxima vez.
En verano, Maarten se recorrió la isla en un 60% en silla de ruedas y el resto caminando malamente apoyado en dos personas o en una silla. Pero esta vez, haciendo el mismo recorrido, ¡no ha utilizado la silla! Se ha caminado la isla enterita, siempre apoyado en una persona, pero si lo comparo con el viaje de verano ha mejorado muchísimo. Y me ha dicho que su reto para el viaje de junio es apoyarse solo en una persona y en un bastón. ¡Ánimo campeón!
Así puedo seguir rellenando hojas y hojas con anécdotas y situaciones espectaculares que me han marcado y sobre todo me han abierto los ojos de que muchas veces los que más discapacitados somos las personas videntes, oyentes y sin problemas de movilidad reducida. Nos ponemos barreras donde no las hay.
¡Hasta la próxima aventura que yo ya les echo de menos!
Barbara Bamberger. Adjunta a la dirección de Promoción de Turismo de Tenerife.