No hay posibilidad de entender Tenerife sin sus volcanes. En lo más alto, el Teide, icono de la Isla con sus 3.718 metros de altitud. En el resto del territorio insular, muestras de un origen volcánico que se advierte donde quiera que se alargue la mirada: en rocas con formas caprichosas (las hay que parecen zapatos o rosas), en inmensas extensiones de lava que son como trozos de la Luna en la Tierra, y en playas de arena negra en las que se mezclan, como en una coctelera que no cesa nunca de agitarse, el azul del océano con el blanco de la espuma revoloteando en la orilla.

El origen volcánico de Tenerife forma parte fundamental de su patrimonio y de la propia vida de sus habitantes, que han sabido adaptarse a un territorio de una belleza excepcional y duro a la vez. Eso ha forjado el carácter del isleño: amable y acogedor, perseverante y paciente. Y ha dejado por todos lados pistas y evidencias que permiten descifrar lo que se cuece en las profundidades del planeta. Es el privilegio de tener algo así como una ventana con vistas al Núcleo, para mirar a través de ella y desentrañar cómo se forma el magma o de qué manera cambia un volcán cada vez que entra en erupción el paisaje de la Isla.

Tenerife ha sabido aprovechar ese origen volcánico para convertirlo en un reclamo turístico bien entendido, acercando su principio -desde que emergió del fondo del mar- a quien la visita con algo de curiosidad. Comprender cómo se creó permite entender los procesos geológicos que dieron lugar al resto de islas oceánicas. Por eso, una excursión al Parque Nacional del Teide, el más visitado de España y Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, abre la mente, incrementa conocimientos y marca para toda la vida, porque nadie se ha sentido antes tan pequeño como aquí, minúsculo junto a una montaña y una llanura (llamada La Caldera) colosales.

Tenerife, de récord

La Isla surgida del volcán bate récords: es el tercer cono volcánico del mundo en altura; cuenta con más de cien cráteres y malpaíses (superficies áridas de lava erosionada por el tiempo), y está surcada bajo su superficie por inmensos tubos volcánicos formados al enfriarse las capas exteriores del magma en su avance, que han quedado ahí, algunos durante miles de años, a modo de enormes tuberías de hasta varios metros de diámetro. Uno de los más espectaculares es el de la Cueva del Viento, en Icod de los Vinos, con más de 17 kilómetros de longitud y que se puede visitar con toda la familia.

Otros lugares para impregnarse de los volcanes y su historia son el Centro de Interpretación del volcán Chinyero, cuya erupción, en 1909, fue la última acontecida en Tenerife, o enclaves como Montaña Pelada, Caldera del Rey, Malpais de Güímar, Pumitas del Sur, Montaña Roja… y así muchos más desperdigados por toda la Isla.

Para potenciar la realidad volcánica de Tenerife como atractivo turístico, el Plan “Tenerife volcanes de vida”, vigente en el periodo 2009-2012, ejecuta diferentes acciones como la creación de rutas temáticas relacionadas con los volcanes, entre las que se encuentran la de los Grandes Deslizamientos, la de los Volcanes Históricos, la ruta de la Dorsal de Abeque, la del Vulcanismo Explosivo y la de los Barrancos. El plan prevé también el desarrollo de servicios complementarios a esas rutas, formación específica sobre interpretación volcánica para empresarios, recepcionistas guías e informadores turísticos de la red Infotén, además de la potenciación de la promoción de estos recursos.

El Plan “Tenerife, volcanes de vida” se integra a su vez en el Plan de Competitividad “Islas Canarias, una experiencia volcánica”, en el que participan Tenerife, La Gomera, Lanzarote y Gran Canaria, además de los gobiernos central y autonómico y las asociaciones hoteleras del Archipiélago.

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