Normalmente asociamos vacaciones con descanso y relax en la playa o en la piscina; pero Tenerife tiene mucho más que ofrecer.
Mi amiga María tuvo la fantástica idea de ir a ver una romántica puesta de sol desde uno de los lugares más singulares de este planeta, el Teide, el pico más alto de España y el 3º volcán más alto del mundo medido desde su base en el mar.
Igual de romántico sin pareja pensamos, y decidimos reservar la oferta de Volcanolife. Al tratarse de una excursión que haríamos una sola vez en la vida, elegimos la versión deluxe: Atardecer con champán, seguido de una cena canaria y el gran final, la observación de estrellas en mitad del Atlántico…
Estrellas… La última vez que tratamos este tema de una manera más o menos profunda fue probablemente en el colegio; pero eso fue hace mucho tiempo ya y desde entonces nos hemos preocupado más bien de nuestro pequeño universo.
Todos los viernes se puede disfrutar de esta excursión; bien con recogida en zonas turísticas o yendo con tu propio coche. Queríamos ser aventureras y fuimos por nuestra cuenta en un coche de alquiler a la cumbre de la isla (desde el norte, se tarda alrededor de 1 hora y 15 minutos).
Muy importante mencionar que el Teide tiene una altitud de 3.718 metros, y en la cumbre la temperatura en comparación con las zonas turísticas baja enormemente. Por esta razón, las plantas tropicales y palmeras crecen cerca de la costa y en las elevaciones más altas cae incluso nieve en invierno. Esta diversidad en un espacio tan reducido, es única en el mundo.
En resumen: lleva ropa de abrigo, calzado adecuado, incluso guantes y gorro. De todas formas, la organización proporciona polares para los despistados.
Después de una calurosa bienvenida formaron grupos según idioma: Alemán, Inglés y Español. Con muchos nervios y ganas ¡subimos al teleférico!; al salir notamos de inmediato la brusca bajada de la temperatura; menos mal que para entrar en calor unos amables camareros nos recibieron con champán y chocolate caliente. Bien, asumido el frío y con nuestro foco de calor entre las manos por fin hicimos una mirada panorámica y nos quedábamos sin aire, pero no por el frío… no, por las vistas maravillosas: un mar de nubes por debajo de nosotras, que poco a poco comenzó a cambiar de color a tonos amarillos y anaranjados.
Con nuestro grupo caminamos hacia el sol para poder disfrutar completamente del espectáculo. Algunos compañeros notaron la altura: latidos más rápido, respiración más fuerte y el ritmo de la caminata más lento; personalmente no noté la altura, sólo un olor extraño, «Azufre», nos dijo el guía «no hay que olvidar que el Teide es un volcán activo.» Al llegar, cada uno buscó su lugar, las parejas se acurrucaron y sacaron unos cuantos «selfies» para inmortalizar este momento. Las vistas me recordaron a mi llegada a la isla cuando el avión volaba hacía la puesta de sol, el cielo colorido y el mar de nubes por debajo; con la diferencia de que aquí estamos de pie, en el pico, con un silencio que nos llena de paz.
Poco a poco tuvimos que dar la vuelta, huyendo de la noche, ya que no hay luces artificiales, y del frío que con la partida del sol se estaba intensificando.
Mientras bajábamos nuevamente en teleférico, la luna y las estrellas comenzaban a brillar tímidamente en el firmamento. Un espectáculo de colores al natural, sin filtros ni retoques.
Cuando llegamos a la estación la cena en forma de cóctel ya estaba esperándonos: Bolitas de gofio, papas arrugadas con mojo, brochetas de carne y pescado, queso de cabra, pastelito de calabaza y buñuelos de plátano por nombrar algunas de las exquisiteces canarias acompañadas de vinos locales, cerveza y refrescos. Una cena sabrosa presentada en pequeños mordiscos para probar de todo un poco. Mientras las delicias culinarias nos seducían, la oscuridad total llegó y mirar hacia el cielo era como estar en él tocando las estrellas.
Tras la cena salimos a contemplar el espectáculo natural; incluso podíamos ver la Vía Láctea a simple vista, ya que éste, es uno de los cielos más limpios del mundo. Mirando a través de los telescopios profesionales… ¡Guau! ¡¡La luna!! podíamos ver perfectamente su superficie, y de repente nos sentimos muy pequeños y volvieron las cuestiones adolescentes sobre quiénes somos y de dónde venimos en realidad.
Allí bajo el cielo, con las estrellas tan cerca, inmersos en el universo, nuestro guía nos iba señalando toda la constelación: «Por ahí la estrella polar, allá atrás las estrellas que brillan sólo para nosotros, ya que en realidad, no existen, es solo su luz lo que vemos». ¡Tremendo!
¿Y las estrellas fugaces? «Qué pena, justo os habéis perdido una muy grande ¿Pero sabéis que no son tan románticas? La mayoría son basura espacial.» Una basura hermosa y mágica, pensé. Un montón de preguntas en nuestras mentes, tantas impresiones y nuevas experiencias… Nosotras que en realidad buscábamos pasar simplemente unas relajantes vacaciones en Tenerife, y ahora nos enfrentamos nuevamente a la duda existencial.
Una excursión 100% recomendable, no solo para parejas que quieren ver una romántica puesta de sol; para todos aquellos curiosos, niños a partir de 8 años y adultos, que quieren experimentar algo diferente en vacaciones. Volcanolife es una mezcla de romance, gastronomía y ciencia en uno de los lugares más majestuosos del mundo, el Teide.